Resumen del conflicto
En 1936, durante la Guerra Civil Española, las pinturas murales de la Sala Capitular del Monasterio de Sijena (Huesca, Aragón) fueron retiradas por Josep Gudiol para protegerlas de la destrucción. Estas obras fueron trasladadas al Museu Nacional d’Art de Catalunya (MNAC), donde permanecieron casi 90 años. En 2025, el Tribunal Supremo ratificó que el MNAC debía devolver las pinturas a Aragón, ya que su traslado no fue legalmente documentado como una cesión de propiedad. A pesar de las advertencias técnicas sobre su fragilidad, la sentencia es firme y la devolución se encuentra en marcha.
“Cuando el arte se convierte en campo de batalla”

Imagina que una sala entera de tu colegio —con murales pintados por antiguos alumnos, vitrales históricos y decoración artesanal— es desmontada por un incendio, enviada a otro lugar para su conservación, y décadas después alguien exige que vuelva a casa. Pero en ese otro lugar ya es parte del museo más visitado de la ciudad. ¿Qué hacemos?
Eso pasó con la Sala Capitular del Monasterio de Sijena. Sus pinturas románicas fueron retiradas en plena Guerra Civil y llevadas a Cataluña. Allí estuvieron 90 años, hasta que una jueza —y luego el Tribunal Supremo— dijo que debían volver. ¿Por qué? Porque legalmente nunca fueron propiedad del MNAC, y su “hogar” natural sigue siendo el monasterio.
“Justicia Vs Conservación”

En este caso, el Derecho gana. Pero ¿y el arte? ¿Y la conservación? ¿Y la fragilidad de unas pinturas hechas directamente sobre pared? Muchos técnicos han advertido que moverlas puede dañarlas más que ayudarlas.
Aun así, Aragón ha restaurado el monasterio y promete protegerlas como un tesoro.
“¿Y si no fuera solo por arte?”

Lo más complicado aquí no son las leyes ni las grietas de las pinturas. Es el peso simbólico del conflicto. Cataluña y Aragón discuten sobre identidad, historia y poder. Para unos, perder las pinturas es una humillación. Para otros, recuperarlas es hacer justicia histórica.
“¿De quién es la historia?”
Reflexión Mr GoLut
En Mr GoLut creemos que el arte es de todos, pero también que cada obra tiene su contexto. Y devolverla a su origen —cuando es posible y justo— no es una pérdida, sino una oportunidad de reconectar el arte con el lugar donde nació.