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Docentes y estudiantes frente a los nuevos retos del aprendizaje

Como cuando un capitán de barco debe ajustar velas y leer de nuevo el horizonte, la educación vive un momento en el que el rumbo no puede darse por sentado: la IA automatiza, corrige, sugiere, evalúa y predice, y en ese contexto nos preguntamos cómo seguir garantizando un aprendizaje profundamente humano.

Las siguientes reflexiones surgen de la entrevista realizada en Punto Arché, espacio de diálogo profundo dentro de Mr. Golut

En esa conversación, con Coral Regí —educadora y exdirectora de la Escola Virolai— y Dávinia Hernández-Leo —investigadora y catedrática de la Universitat Pompeu Fabra—, nos propusimos mirar la inteligencia artificial (IA) no como un horizonte lejano, sino como un presente urgente que ya convive en nuestras aula

Más que tecnología: un cambio de rol docente

La irrupción de la IA, como antes lo fueron la imprenta o Internet, nos enfrenta a un cambio de paradigma. Ya no basta con transmitir contenidos: el docente debe ser mentor, guía, diseñador de experiencias que mantengan sentido incluso cuando la IA está disponible. Esto implica crear tareas auténticas, situadas, interdisciplinarias, que convoquen a la reflexión, la creatividad y la conexión con el entorno.

Riesgos reales, potencial transformador

Entre los riesgos están la pérdida de habilidades cognitivas, la dependencia de respuestas automáticas y la disminución del pensamiento crítico. Sin criterio, la IA puede reforzar sesgos y simplificar en exceso procesos que requieren tiempo y esfuerzo. Sin embargo, usada de forma consciente, puede abrir caminos: generar preguntas, explorar ideas, personalizar el aprendizaje, potenciar la creatividad y atender la diversidad de forma más justa.

Diseñar actividades de reflexión y metacognición, ejemplo: reconocer sesgos en producciones donde se haya usado total o parcialmente la IA.

Criterio y alfabetización digital

La clave no está en prohibir la IA ni en adoptarla sin reservas, sino en formar a estudiantes y docentes en su comprensión crítica. Esto incluye saber cómo funciona (capacitar a los docentes), reconocer sus límites y sesgos, y usarla como herramienta complementaria, no como sustituto del esfuerzo humano, prestar atención a no caer en el sedentarismo cognitivo. La alfabetización en IA es hoy tan necesaria como lo fue aprender a buscar en Google.

Recuperar lo humano

En un mundo acelerado, la educación debe proteger espacios para pensar, leer, equivocarse, aburrirse y conversar. La IA no reemplaza la emoción de descubrir, la riqueza del trabajo colaborativo ni la profundidad de una reflexión bien construida. El aprendizaje significativo nace de esa interacción humana, y la IA debe estar al servicio de ella, no al revés.

Una invitación

El desafío no es tecnológico, sino pedagógico y ético: diseñar experiencias que combinen lo mejor de las herramientas digitales con lo mejor de la experiencia humana. Que nuestras aulas sean laboratorios de pensamiento crítico y creatividad, donde la IA sea una aliada para imaginar, no para repetir. Y donde se evidencie que los outputs de la IA no son verdades absolutas, sino puntos de partida para pensar.

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